Dos miradas de la cultura de la pobreza: la del antropólogo y la del poeta

  • La pobreza de la cultura es uno de los aspectos decisivos de la cultura de la pobreza
  • Representa un esfuerzo para combatir la desesperanza y la angustia motivadas por la improbabilidad de triunfar

Selección de textos: Hernando Luján

El antropólogo: fragmentos de las obras de Oscar Lewis acerca de la cultura de la pobreza 

En la historia escrita, la literatura, los proverbios y los refranes populares encontramos dos valoraciones opuestas de la naturaleza de los pobres. Algunos caracterizan a éstos como bienaventurados, virtuosos, íntegros, serenos, independientes, honrados, bondadosos y felices. Otros los tildan de malvados, mezquinos, violentos, sórdidos y criminales. Algunas personas acentúan la gran capacidad potencial de los pobres para ayudarse a sí mismos, para ejercer el liderazgo y llevar a cabo la organización comunal, en tanto que otras apuntan el efecto irrevocable y destructivo de la pobreza sobre el carácter individual.

Una parte de la confusión se debe a la falta de una distinción entre la pobreza per se y la cultura de la pobreza, y a la tendencia a concentrar la atención en la personalidad individual más bien que en el grupo; vale decir, en la familia y en la comunidad que constituye un barrio pobre.

La cultura de la pobreza trasciende las diferencias regionales, urbano-rurales y nacionales, mostrando notables semejanzas en la estructura familiar, las relaciones personales, la orientación temporal, los sistemas de valores y los hábitos relativos al empleo del dinero. Estas semejanzas supranacionales constituyen ejemplos de invención y convergencia independientes. Son adaptaciones comunes a problemas comunes.

La cultura de la pobreza puede darse en diversos contextos históricos. Sin embargo, tiende a crecer y desarrollarse en sociedades que presentan el siguiente conjunto de condiciones: 1) economía monetaria, trabajo asalariado y producción con fines utilitarios; 2) índice elevado y constante de desempleo y subempleo para el obrero no especializado; 3) bajos salarios; 4) carencia de organización social, política o económica, ya sea por iniciativa voluntaria o por imposición estatal, para auxiliar a la población de ingresos reducidos; 5) la existencia de un régimen de parentesco bilateral más bien que unilateral; y, por último, 6) la existencia de un sistema de valores en la clase dominante que ponga énfasis en la acumulación de riqueza y propiedades, en la posibilidad de ascenso en la escala social y en el ahorro, y que explique la indigencia económica como resultado de la incapacidad o la inferioridad personal. 

Imagen de San Francisco Public Library

El estilo de vida que se da entre algunos de los pobres bajo estas condiciones sociales es la cultura de la pobreza. 

La cultura de la pobreza es tanto una adaptación cuanto una reacción de los pobres frente a su posición marginal en una sociedad capitalista estratificada en clases y de alto nivel de individuación. Representa un esfuerzo para combatir la desesperanza y la angustia motivadas por la improbabilidad de triunfar de acuerdo con los valores y las finalidades de la sociedad general. 

La cultura de la pobreza, sin embargo, no es sólo una adaptación a un conjunto de condiciones objetivas de la sociedad general. Una vez que aparece, tiende a perpetuarse de generación en generación debido a su efecto sobre los niños. A los seis o siete años, los niños de los barrios pobres ya han absorbido, en la mayoría de los casos, los valores y actitudes básicos de su subcultura, quedando así mal dispuestos psicológicamente para aprovechar las mejores condiciones o las nuevas oportunidades que puedan presentarse en el transcurso de sus vidas.

Siguiendo la concepción tradicional, los antropólogos han dicho que la cultura dota a los seres humanos de un plan de vida, de una serie de soluciones ya preparadas para los problemas humanos, que evitan a los individuos el tener que partir desde cero en cada generación. En otras palabras, lo central de la cultura es su positiva función adaptativa. Ya se han resaltado algunos de los mecanismos de adaptación de la cultura de la pobreza: por ejemplo, el bajo nivel de aspiración ayuda a atenuar la frustración, y la legitimación del hedonismo de corto alcance hace posible la espontaneidad y el disfrute del momento. Sin embargo, pareciera que en general se trata de una cultura relativamente superficial. La cultura de la pobreza no representa un punto de apoyo sólido ni procura satisfacciones a largo plazo, y al estimular la desconfianza aumenta la impotencia y el aislamiento. 

En verdad, la pobreza de la cultura es uno de los aspectos decisivos de la cultura de la pobreza. 


         Los mendigos

Los mendigos
Junto a las catedrales, anudados
al muro, acarrearon
sus pies, sus bultos, sus miradas negras,
sus crecimientos lívidos de gárgolas,
sus latas andrajosas de comida,
y desde allí, desde la dura
santidad de la piedra,
se hicieron flora de la calle, errantes
flores de las legales pestilencias.

El parque tiene sus mendigoscomo sus árboles de torturados
ramajes y raíces:
a los pies del jardín vive el esclavo,
como al final del hombre, hecho basura,
aceptada su impura simetría,
listo para la escoba de la muerte.
La caridad lo entierra
en su agujero de tierra leprosa:
sirve de ejemplo al hombre de mis días.
Debe aprender a pisotear, a hundir
la especie en los pantanos del desprecio,
a poner los zapatos en la frente
del ser con uniforme de vencido,
o por lo menos debe comprenderlo
en los productos de la naturaleza.
Mendigo americano, hijo del año 1948, nieto
de catedrales, yo no te venero,
yo no voy a poner marfil antiguo,
barbas de rey en tu escrita figura,
como te justifican en los libros,
yo te voy a borrar con esperanza:
no entrarás a mi amor organizado,no entrarás a mi pecho con los tuyos,
con los que te crearon escupiendo
tu forma degradada,
yo apartaré tu arcilla de la tierra
hasta que te construyan los metales
y salgas a brillar como una espada.

                                 Pablo Neruda

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