La independencia de México y su sinfonía descriptiva

  • La primera conmemoración del día de la Independencia de México se llevó a cabo en Huichapan, Hidalgo, en 1812
  • Lo que evitó la grisácea dispersión de los sueños de soberanía fue el volcán iracundo del pueblo mexicano

Autor: Frida Lopez Rodríguez

Frida Lopez Rodríguez es Egresada de la licenciatura en Filosofía por la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM. Forma parte del consejo editorial de la Revista de la Universidad de México. También fungió como miembro fundacional del Consejo de Jóvenes de Cultura UNAM. Nos comparte un artículo sobre la conmemoración de nuestra Independencia y que ponemos a disposición de nuestros lectores.

La primera conmemoración del día de la Independencia de México se llevó a cabo en el estado de Hidalgo, específicamente en el municipio de Huichapan por iniciativa de Ignacio López Rayón en el año de 1812. En este sentido, nuestro estado, bajo el liderazgo de quien fue el secretario del cura Miguel Hidalgo y Costilla, fungió como un guardián del tiempo, desde el cual comenzó a gestarse la memoria histórica sobre esta fecha tan significativa para nuestro país. 

Ignacio López Rayón

Por ello, puede decirse con verdad que el México independiente ha perdurado en la mente de los mexicanos por el afán de resistir al olvido que tuvo su punto de partida en nuestro estado de Hidalgo. 

La Independencia de nuestro país no sólo es una fecha conmemorativa; es un ideal que está presente en las plazas públicas y que se fortalece cada vez que se pronuncia la única palabra que encierra en sí misma el valor y el misterio de nuestra nación soberana: México. Ahora, estas seis letras son una realidad concreta, con sus propias fronteras territoriales, sus leyes y con la energía de cada uno de sus pobladores. 

Museo de El Chapitel, en Huichapan, en donde se expone una réplica de la campana con la que el cura Miguel Hidalgo inició la Independencia de México.

El cura Miguel Hidalgo fue fusilado sin misericordia. A él no le fue posible constatar el futuro independiente, tan sólo le fue permitido soñar y encender la batalla un tanto a ciegas. Sin embargo, dicha llama fue asumida como una estafeta por otros tantos insurgentes, muchos de ellos célebres y otros tantos anónimos, pero igualmente decisivos. La palabra México ahora tiene su propia tradición, la cual ha viajado durante años a manera de agua cristalina a través del acueducto El Saucillo ubicado en Huichapan, en el que al menos una vez, hemos bebido.

Desde entonces, Manuel Caballero dejó un hermoso testimonio en su Sinfonía descriptiva, un poema en prosa, el cual puede ser considerado la mejor parte de aquella obra ganadora titulada Independencia. De esta manera, el estado de Hidalgo, con la determinación política de Ignacio López Rayón, se entrelaza con el estado de Jalisco, lugar denacimiento de Manuel Caballero, para hacer perdurable el sacrificio y la fepatriótica de nuestros antepasados. 

Manuel Caballero

En el primer centenario de la Independencia tuvo lugar un certamen convocado por el aún Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, en el cual resultó ganador Manuel Caballero, quien ha sido considerado como el primer reportero de México. Es en el año de 1912 cuando esta obra ganadora se publica con el beneplácito de Ezequiel A. Chávez, subsecretario de Bellas Artes y presidente del jurado de aquel homenaje poético. 

No obstante, señala el poeta jalisciense, el grito evocador de libertad proviene de una Francia vibrante, cuyo vigor llegó hasta América, siendo nuestro país la primera colonia española en despertar de su letargo. En este sentido, “el verbo de la aspiración popular” es un legado universal que tuvo en la Revolución Francesa un referente, mismo que fue bebido por las mentes criollas, según Caballero, hasta que llegó como una aurora a nuestras tierras.

“La palabra de libertad va y viene” por el mundo y sus distintas épocas, las cuales han oscilado entre la incredulidad, la desesperanza y la tenacidad. Eso es a lo que Manuel Caballero le llama “el instante histórico de la fermentación”; un momento de lucidez en alta mar, en el que las mentes más despiertas se aventuran en “las primeras predicaciones de la luz”, a sabiendas de que el riesgo latente es quedar a la deriva. Lo que evitó la grisácea dispersión de los sueños de soberanía fue el volcán iracundo del pueblo mexicano, ese mismo pueblo que fue abrazado por los insurgentes para superar la condición de extrema desigualdad que les azotaba a los oriundos sin país.

La batalla comenzó en la gran noche de Dolores, símbolo del misterio y la piedad que en el plano histórico asumió la forma de una espada de fuego para hacer nacer a la joven patria. Son el abrazo de Acatempan y los Tratados de Córdoba el himno triunfal, cuyo ritmo es un júbilo desbordante que hasta el día de hoy sigue entonándose. Las ferias, las luces y las trenzas de las niñas adornadas con colores mexicanos en estas fechas de septiembre son la expresión de aquellas felices notas. 

La plaza pública sigue siendo poética a 200 años de la consumación de aquel canto de Independencia, dado que se reviven los versos de Manuel Caballero, mismos que encontrarán en los poetas de hoy su relevo entrañable. 

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