¿Mi cerebro decide? Filosofía y Neurociencias

  • La ciencia del momento son las neurociencias
  • La filosofía participa en las aclaraciones de la investigación científica

Autor: Víctor Hugo López García

Víctor Hugo López García es egresado de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM. Enfoca su investigación en el área de Filosofía de la Mente y Neurociencias. Presentamos aquí un artículo que nos envía sobre la filosofía en el área de las neurociencias.


Difícilmente alguien se aventura a dudar de los resultados que nos brinda la ciencia. Sus avances son una clara muestra de su éxito. Por tal motivo, se busca constantemente trasladar su método de investigación a distintos campos del conocimiento humano. Aunque muchas veces no se llegue a los anhelados resultados, las investigaciones no se detienen y gracias a los avances tecnológicos es posible diseñar cada día nuevos experimentos, nuevas teorías.

Ahora bien, entre todas las ciencias, la ciencia del momento son las neurociencias. El cerebro se ha convertido en el lugar en donde encontraremos la causa final de todo nuestro conocimiento. Es el punto final al que debemos llegar tras un largo recorrido de tropiezos en nuestra búsqueda por una explicación. Por lo cual, podemos decir que, el avance de nuestro conocimiento sólo se dará en la medida en que avance el conocimiento de nuestras funciones cerebrales. 

En este sentido, gracias a los resultados de estas investigaciones, podemos ver el protagonismo que tiene nuestro cerebro, pues es el responsable de tomar decisiones, de pensar, imaginar, crear teorías y hacer poesía. Pero antes de seguir, veamos un experimento sobre cómo esto es posible y qué podemos decir desde la filosofía.

Uno de los experimentos más famosos que podemos encontrar dentro de la investigación neurocientífica lo llevó a cabo el neurólogo Benjamin Libet. En su experimento, le pedía a los participantes (que estaban conectados a un electroencefalógrafo con el cual se podía registrar la actividad de su corteza cerebral y a un electromiograma para registrar la actividad muscular), levantar o flexionar una mano en el momento que desearan, mientras seguían el movimiento de un objeto moverse dentro de la circunferencia de un osciloscopio que funcionaba a manera de reloj. 

Con esto se buscaba descubrir si un movimiento voluntario, era anterior o posterior a una decisión consciente. Los resultados sorprendieron al propio Libet, pues todo indicaba que “el cerebro ‘decide’ iniciar o, al menos, preparar el inicio del acto antes de que haya una conciencia subjetiva que muestre que tal decisión ha tenido lugar”. 

Los resultados de estos experimentos reavivaron un debate que la física clásica del siglo XVII abrió. ¿Acaso somos libres? en un mundo que sigue las leyes de la naturaleza. ¿por qué nosotros seríamos la excepción a la regla? finalmente nuestro cuerpo pertenece al mundo natural ¿qué nos permite evitar la determinación de las leyes físicas?

Si bien los resultados de los experimentos no convencieron al propio Libet, por lo que dedicó parte de su investigación posterior a intentar mostrar como un estado mental consciente podía vetar los actos que parecían iniciar inconscientemente, la controversia sobre la libertad tomó un nuevo auge. Los deterministas encontraron en estos experimentos un nuevo argumento para sustentar que el libre albedrío no era más que una simple ficción cerebral. Ya que, detrás de cada acción hay una actividad neuronal inconsciente que no coincide con la toma de conciencia que el individuo tiene al iniciar la acción, es decir, nuestras decisiones no son en realidad nuestras ¿quién es responsable de sus acciones, usted o su cerebro? o ¿usted es su cerebro?

Una de las funciones de la filosofía en nuestro tiempo es delimitar lo que tiene sentido decir de lo que sólo en apariencia tiene sentido. Así que, para intentar abordar brevemente lo que nos dicen las neurociencias y los experimentos tipo Libet sobre la libertad, evitemos hacer preguntas de la forma ¿qué es la libertad? y preguntémonos en cambio, ¿cuándo empleamos la noción de libertad en nuestras vidas?

A primera vista podemos observar que nadie emplea la noción “libertad” para describir el todo de sus acciones. Si un compañero de trabajo o un amigo nos narra su día, y tras cada acción emplea la palabra libre; me desperté libre, me lave los dientes libre, acaricie a mi perro libre, etcétera, seguramente nuestra reacción sería corregir ese modo de hablar o pedirle que deje de jugarnos una broma. 

En situaciones normales no tiene ningún sentido expresarse de esa manera, pues no agrega nada a nuestra narración el calificar cada una de nuestras acciones como libres o no libres. Como nos dice el filósofo John Austin la “‘libertad’ no es un nombre para caracterizar acciones, sino el nombre de un ámbito en la que se evalúan las acciones.” La libertad, es en realidad una herramienta lingüística, un adverbio que nos permite calificar acciones.

No obstante, la investigación neurofisiológica, como cualquier ciencia natural, busca sustentar sus explicaciones en consideraciones de orden causal. Pero ¿al hablar de acciones preguntamos por causas? 

Sí vemos que un hombre ayuda a un mendigo, y para hacer comprensible su acción recurrimos a la tensión y distensión de los músculos, o a la actividad neuronal de ciertas áreas del cerebro que fueron activadas por la presencia del mendigo, entendemos por qué ayudó al necesitado. 

Al hablar de acciones, no nos preguntamos por causas sino por razones, como nos señala el filósofo Ludwing Wittgenstein: “Dar una razón de algo que uno hizo o dijo significa mostrar un camino que conduce a esa acción”. Razones y causas corresponden a ámbitos distintos. Las razones son los instrumentos que nos ayudan a entender por qué se actuó de determinada manera, mientras que las causas nos ayudan a explicar los hechos físicos. 

Y como el mismo Wittgenstein nos advierte, podemos pensar en casos donde no conocemos las causas de nuestra acción, pero sería absurdo decir que no conocemos las razones por las que actuamos.

Si lo que hemos dicho hasta ahora es correcto, podemos decir entonces que los experimentos tipo Libet sólo nos muestran los procesos físicos de un mecanismo neurobiológico que está detrás de nuestras acciones, ya sea que se involucre el movimiento del cuerpo o alguna de sus partes. 

Las causas de esto pueden encontrarse en la actividad eléctrica de algunas conexiones neuronales. Sin embargo, eso sólo es un prerrequisito de los resultados de una acción. La confusión, por tanto, la podemos ver cuando, en primer lugar, se generaliza que toda acción debe ser libre o ninguna lo es. Por otro lado, descontextualizar una acción, y reducirla a un simple movimiento físico, nos hará pensar que la explicación neurológica, es una explicación causal válida, pues realizada sin ninguna razón particular la explicación causal parece ser la única.

¿Es la libertad una ilusión y nuestro cerebro decide? La libertad, como mencionamos antes, es una palabra que nos hace reaccionar de manera distinta ante una acción. No evaluamos de la misma forma una acción realizada voluntariamente a una realizada por error o en condiciones especiales. Y cabe preguntarnos si es una ilusión ¿por qué o para qué la humanidad desarrollaría un concepto ficticio o sin sentido?

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