“Vivan los Muertos”: turismo y Día de Muertos en Sayulita

  • En 2019 pobladores de Sayulita, Nayarit, organizaron el festival “Vivan los Muertos” como atractivo para la industria turística. Se suspendió en 2020 a causa de la COVID-19, lo que los concientizó sobre su dependencia económica del turismo.
  • La comercialización turística de tradiciones como el Día de Muertos es fuente importante de cambios culturales

Autor: Ermilo Mendoza

Fotografía: Ana María Salazar.

Debido a su rentabilidad, el turismo es catalizador del cambio cultural. Por ejemplo, con las tradiciones del Día de muertos, las cuales sin duda transforma. Para ayudarnos a entender el fenómeno, la académica Ana María Salazar, del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM, compartió con HumanidadEs Comunidad su experiencia de trabajo de campo en Sayulita, Nayarit; a finales de 2019, antes de la pandemia por COVID-19.

“En el festival ‘Vivan los Muertos’, del 31 de octubre al 2 de noviembre de 2019, se montaron altares en la plaza pública y se realizó un espectáculo musical. Se hizo un desfile de catrinas, Fridas y calaveras, recorriendo a caballo en una fiesta sin fin, engalanando las calles del centro del pueblo hasta el cementerio local”.

Fotografía: Ana María Salazar.

Ana María Salazar participó en el festival para investigar el impacto que tiene en las sociedades locales el turismo, específicamente en la costa del Pacífico medio. Allí la presencia de esta actividad económica y cultural ha impactado diferentes aspectos sociales de las poblaciones locales.

“Trabajamos en tres municipios: Puerto Vallarta, Bahía de Banderas y Compostela. Dos entidades federativas, tres municipios y una enorme cantidad de fenómenos sociales, territoriales y ambientales. Es relevante dar a conocer cómo se transforman estas actividades, tan diversas como sus expresiones en el mundo social mexicano y en el internacional”.

Desde los primeros meses del 2019 la comunidad de Sayulita elaboró adornos del “ojo de Dios”, pues la entidad de Nayarit forma parte de los territorios wixárika y cora. En la cosmovisión indígena wixárika el “ojo de Dios” es un elemento fundamental desde el nacimiento, que acompaña a la persona por el resto de su vida.

Fotografía: Ana María Salazar.

Muestra del trabajo colectivo por crear espacios rituales para la celebración fue la preparación de un túnel con flores de cempasúchil. La colectividad se hizo presente y la actividad tomó todo el día. Lo mismo en el cementerio, limpiándolo y adornando cada tumba durante toda la tarde.

Fotografía: Ana María Salazar.

En la edición 2019 se homenajeó a las mujeres que sucumbieron en su batalla contra el cáncer, al igual que a las que libraron la misma lucha. Hicieron representaciones de la “sirena”, mujer que le gana a la muerte, hecha con materiales reciclados y tapas de bebidas gaseosas. También desafiando la muerte se montaron estandartes en los árboles, que nombraban a cada una de las mujeres que habían luchado o fallecido “por amor”.

Dado que son comunidades de pesca ribereña, en las jardineras del parque principal se montaron cruces dedicadas a cada uno de los fallecidos en el mar. La preparación fue sustancial, porque toda la población se organizó para montar los altares de Día de Muertos.

Fotografía: Ana María Salazar.

“Vimos el trabajo y la creatividad de los locales para homenajear a sus muertos y montar estas ofrendas, y para concluir cada uno de los espacios rituales. Fue un trabajo muy intenso y laborioso que les tomó prácticamente un año de organización”. Además, requirieron de financiamiento colectivo de organizaciones civiles y del gobierno municipal, por parte de la oficina de visitantes en Bahía de Banderas.

Fueron fundamentales las “reinas de las flores”, como se autonombraron, es decir, mujeres participantes. Quienes tuvieron un papel preeminente, al igual que la posibilidad de dar a conocer sus capacidades y talentos para la producción artística.

La iglesia de la comunidad también participó. Todo el pueblo estaba adornado con los “ojos de Dios”, cada grupo hizo sus manifestaciones. El pueblo indígena elevó su voz y cada una de las agrupaciones organizadoras manifestó su creatividad en la concepción de sus escenarios.

Fotografía: Ana María Salazar.

“Fuimos parte del jurado de las ofrendas del Tecnológico México de Cruz de Guanacaste, que depende de la Secretaría de Educación Pública (SEP). En él se hace un trabajo importante y hay un programa de Licenciatura en Turismo. Las estudiantes participaron en la elaboración de ofrendas para sus compañeros que se adelantaron y como parte de esta celebración del Día de Muertos”.

Economía turística de las tradiciones ante la pandemia

“Los turistas llegaban desde temprano al centro de la ciudad, interesados en conocer cómo iba a desarrollarse el Festival “Vivan los Muertos”. Las escuelas primarias y secundarias contribuyeron en el montaje de los altares, pero también en una serie de números artísticos por la tarde y noche”.

En el arco de entrada al pueblo se montó el nombre de la celebración: “Vivan los muertos”. Se cubrieron de flores las letras de “Sayulita”, un emblema turístico para incorporarlas como un escenario más para la celebración del festival.

En ese entonces aún no ocurría la devastación que meses más tarde vendría con la COVID-19, por la que en 2020 no hubo festival “Vivan los Muertos”. Pues el gobierno local pidió que se hicieran todos los festejos de manera virtual. El riesgo era muy alto, las actividades presenciales fueron eliminadas de la agenda y se llamó a mantener la sana distancia y respetar las normas sanitarias.

“Ante la falta de movilidad, nuestro trabajo de campo fue virtual, tuvimos que hacer investigación y etnografía virtuales”. Durante los últimos meses se ha interpretado esta información y producido conocimiento sobre el comportamiento social ante la COVID-19 en los enclaves turísticos del sur de la Riviera Nayarit.

“Hay que entender que contar con la infraestructura que dotó el gobierno mexicano, tanto a nivel médico como a nivel de la asistencia social, se pudieron mejorar sus circunstancias ante la desactivación económica. Pero, tal como señalan los datos estadísticos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), las sociedades que mantuvieron sus actividades primarias, como la agricultura y la pesca, resolvieron de mejor manera la carencia de salarios”.

Quienes dependían del turismo, al mantenerse la desactivación económica, tomaron consciencia de que este sustituye a la agricultura y a la pesca ribereña como fuentes de ingresos. Lo que los vuelve vulnerables ante el impredecible sistema económico. Concluyeron que, “El turismo debería ser una actividad complementaria a las actividades primarias. Porque seguir siendo totalmente dependientes de la actividad económica turística nos pone en un alto riesgo social”.

Ana María Salazar agregó: “Esta situación les creó una consciencia muy clara de por qué mantener sus actividades primarias. Cuando se acabaron los recursos económicos del turismo para su sobrevivencia, salieron a pescar o cosechar. Eso les ayudó dentro de esta crisis económica y sanitaria”.

La situación los llevó a racionalizar que esa dependencia impulsada por el capitalismo tardío vía el turismo es imposible de enfrentar en condiciones de emergencia. “Entonces sucumben y están totalmente débiles ante el sistema”, concluyó la antropóloga.

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