El tamal, un bien sociocultural de Latinoamérica

  • La preparación de los tamales responde a una tradición entre los pueblos mesoamericanos que se observan en glifos prehispánicos con dos mil años de antigüedad
  • Dentro de los festejos de la liturgia navideña en México, los tamales son el banquete con el que se cierra la última fiesta el Día de la Candelaria
  • En la actualidad, el tamal se sigue asociando con ritos que tienen que ver con la bendición de las semillas, el ciclo agrícola, la lluvia y la fecundidad de la tierra

Autor: Octavio Olvera

Los auténticos tamales oaxaqueños de “La Abuela”. Foto: Octavio Olvera.

En Perú y en Chile se llaman humitas; en Colombia, vallunos; en Guatemala, pache; los nicaragüenses lo nombran nacatamal; en Panamá y Belice los llaman bollos; en Venezuela, hayacas, y en Brasil, pamoñas. Así se les denomina a uno de sus platillos más populares en Latinoamérica y que en México los conocemos como tamal.

Si bien su preparación y envoltura es distinta en cada una de las latitudes en donde se cocina y se consume con deleite, mantiene una materia básica en toda la región: el maíz. Ingrediente que une gastronómica y socio culturalmente a casi toda América, desde el norte hasta el sur.

En ese sentido, el maíz es uno de los elementos de unificación cultural en América Latina, sobre todo en la preparación de esa cocción envuelta en diferentes tipos de hojas, de acuerdo con la geografía, y que en México llamamos tamal.

Comprando el desayuno. Foto: Octavio Olvera.

“Es una tradición entre los pueblos mesoamericanos que se observan en glifos que están tanto en la zona del Petén, en Guatemala, como en Campeche. Representan mujeres que vendían o expendían tamales. Son escrituras, murales que tienen por lo menos dos mil años de antigüedad”.

Así lo indica Erika María Méndez Martínez, académica del Posgrado en Antropología, durante la emisión radiofónica “La ciencia que somos” de Radio UNAM, conducida por Ángel Figueroa y Ana Cristina Olvera.

Dentro de la liturgia navideña en México, los tamales son el banquete con el que se cierra la última fiesta. A todos aquellos que en el Día de Reyes encontraron un muñeco en la tradicional rosca, tienen la encomienda de costear los tamales el 2 de febrero, Día de la Candelaria, fecha en que se levanta al Niño Dios del nacimiento y se lleva al templo a bendecir.

El maíz, el principal ingrediente de los tamales. Foto: Octavio Olvera.

Sin embargo, el panecillo cocido en hojas de maíz o de plátano, relleno de todo tipo de carne, es un alimento común entre los mexicanos, sobre todo por las mañanas, cuando infinidad de vendedores lo ofertan en puestos callejeros o ambulantes de las ciudades y pueblos del país.

Por ejemplo, se ha vuelto parte sustancial de los sonidos urbanos la cantaleta “Lleve sus ricos y deliciosos tamales oaxaqueños…”, que el tamalero en bicicleta, ya por las mañanas, ya por las noches, reproduce en un megáfono ad infinitum.

Del mismo modo, los tamales son de consumo ordinario “en Guatemala, Colombia, Nicaragua, Costa Rica, Venezuela, Brasil, Puerto Rico, Honduras, Belice, Panamá y el área andina. Esta es especialmente interesante —señaló la investigadora— porque se prepara como un bollo de elote. Es de maíz blanco tierno que se puede condimentar con huevo, crema de leche, cebolla y ajo. Se puede cocinar al vapor o en una olla de agua, es decir: se cuece de una forma distinta de la manera en que se cocina en México.

Tamalitos de dulce. Foto: Octavio Olvera.

“Este tipo de tamal se llama humita, también conocidos como tamalitos verdes o bollos de mazorca, y se preparan y se degustan en el sur de Colombia, Bolivia, Perú, Chile y Argentina, sobre todo entre las poblaciones quechuas y mapuches”, señaló Méndez Martínez.

 “Tamal”, es un vocablo castellanizado. Proviene del náhuatl tamalli que, traducido al español, significa envuelto. Historiadores y antropólogos refieren que el consumo de los tamales es anterior a la llegada de los españoles a América. La evolución de este preparado —tal y como lo conocemos actualmente, con ingredientes de cerdo— se debe a la simbiosis de la cocina prehispánica con la española.

Tamales upechos, de Michoacán, acompañados con elote cocido. Foto: Octavio Olvera.

Es por eso que, durante su charla en “La ciencia que somos”, Erika María Méndez Martínez mostró optimismo en el futuro de los tamales. Expuso que la imaginación culinaria de quienes los preparan les permite acompañarlos de ingredientes tan disímbolos como la leche, frutas, carne, mole y todo tipo de salsas.

Sumado a ello, también remarcó que su consumo no solo está relacionado con el calendario católico. En la actualidad, se sigue asociando con ritos que tienen que ver con la bendición de las semillas, el ciclo agrícola, la lluvia y la fecundidad de la tierra. En ese sentido, el tamal es un bien sociocultural que seguirá evolucionando y consumiendo en nuestro país y en toda Latinoamérica, argumentó.

Tamal bañado con mole almendrado de Milpa Alta. Foto: Octavio Olvera.

Sobre las cualidades calóricas del tamal, las cuales hacen pensar a mucha gente que comerlos puede afectar a su salud, la especialista en antropología de la alimentación comentó que de ningún modo el platillo es dañino: “tendríamos que comer tal vez muchísimos tamales en un día y todos los días para obtener todas esas calorías y guardarlas en nuestro cuerpo”.

“En realidad, el tamal, es una barra energética que puede ser muy nutritiva. Sobre todo para las personas que trabajan en el campo o se dedican a labores físicas donde se imprime mucha energía. Ahí está bien utilizado el tamal. Es la barra energética por excelencia de los pueblos mesoamericanos y latinoamericanos”.

Disfrutando de los tamales. Foto: Octavio Olvera.

“Muchas personas, ahora tenemos una vida un poco más sedentaria y, entonces, comer cualquier cosa en cantidades abundantes contribuye a que aumentemos de peso o adquiramos alguna otra enfermedad. Pero comernos un tamal el 2 de febrero no nos va a hacer daño”, remató Méndez Martínez.

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