Violencia discursiva, un riesgo que debemos atender

  • En las redes sociales y nuestras vidas cotidianas debemos estar al tanto de nuestras expresiones para reducir la violencia discursiva que ejercemos
  • La violencia discursiva es perjudicial para la comunicación e incluso para el bienestar de las personas

Autor: Ermilo Mendoza

Ariadna Razo Salinas, profesora de la FCPyS ante el público de la UNISA. Foto: Octavio Olvera.

Diariamente ponemos el lenguaje en acción, por medio de este código lingüístico en común intercambiamos nuestros pensamientos e ideas. En ese sentido, el lenguaje es el vehículo de los hechos que narramos, con el que representamos todas las cosas que relatamos. El discurso es la realización del lenguaje y sus expresiones durante la comunicación. Es “lo que se dice y cómo se dice”.

En opinión de la académica Ariadna Razo Salinas, dicha definición “permite reflexionar y recapacitar, qué es lo que estoy diciendo y, sobre todo, cómo lo estoy diciendo”. Durante la visita de la Caravana de las Ciencias y las Humanidades a la Universidad de la Salud (UNISA), la profesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM ofreció a la comunidad del recinto una charla acerca de los riesgos de la violencia discursiva.

Los seres humanos somos seres discursivos, lo que significa que nos comunicamos a través del discurso. Nos basamos en él para representar verbalmente nuestra percepción de la realidad, tanto social como física.

Alumnos de la UNISA. Foto: Octavio Olvera.

En palabras de la universitaria, la importancia del tema radica en que las palabras son “la única manera de acceder a nuestra realidad. Y que tendemos a normalizarlas sin importar sus implicaciones”. Señaló que cuando el lenguaje se usa de manera agresiva para imponer significados y disfrazando las relaciones existentes de fuerza y dominación, hay violencia discursiva de por medio.

Una práctica común de la violencia discursiva consiste en situar como enemigo a otro agente social, sea una persona o una institución, mediante la manipulación de mensajes. Para consolidar ese tipo de discursos se utilizan técnicas de manipulación lingüística, que tienen como objetivo dirigir los pensamientos de quienes perciban el discurso. A este fenómeno se le conoce como la “retórica del odio”.

Cuando el discurso está muy polarizado emergen situaciones indeseables. Por ejemplo, “cuando alguien te cae mal, generalmente haces o creas todo un discurso en torno a esa persona. No necesariamente es cierto, pero es negativo”. Para Ariadna Razo es importante que identifiquemos que en ocasiones sin darnos cuenta podríamos ejercer violencia discursiva por medio de nuestros comentarios. Como ocurre con la descalificación, que consiste en crear una imagen negativa de otra persona por el hecho de ser diferente.

Niveles de la violencia discursiva

Hay diferentes niveles de violencia discursiva. El primero es “cómo me hablo a mí mismo y qué me digo”, como comentó Razo Salinas. Apuntó que usualmente no nos damos cuenta de cómo nos hablamos a nosotros. Si es con palabras amables o con franca dureza, o si nos auto asignamos calificativos demasiado severos.

Por ejemplo, “cuando estamos en una situación escolar, hay gente que tiene talento para ciertas materias, para ciertas cosas, reconocemos que es alguien brillante. Si a mí me cuesta trabajo, es violento decirme a mí misma: ‘Es que soy tonta, es que soy torpe, es que no tengo el talento’”.

Desde el momento en que empleamos palabras así para referirnos a nosotros mismos ya nos estamos violentando. No es lo mismo que decir: “Bueno, en esta ocasión no me fue bien. Pero ya identifiqué cuáles son mis materias débiles y le voy a echar ganas. Me voy a esforzar la próxima”, como reflexionó la profesora.

Después del discurso dirigido a nosotros mismos, tenemos el discurso de las personas, familia y amigos. En el caso de las familias, hay algunas que ponen apodos a todos como una práctica normalizada. Justificándose en que “así nos llevamos todos”, a pesar de que puede que ese apodo derive en conflictos o baja autoestima.

Prácticas así pueden invisibilizar sentimientos de incomodidad, lo que pareciera que simplemente aguantarse. En casos así hay que poner límites, diciendo cosas como: “Entiendo que la dinámica de la familia es así, pero yo no me siento cómoda con este apodo. Me gustaría que me llamen de ‘tal manera’”.

Generalmente las personas no nos damos cuenta de que eso es violencia discursiva. Siempre hay una manera alternativa de verbalizar la incomodad que sentimos, lo preciso es reconocer la necesidad de abordar esas situaciones que nos incomodan. En opinión de la académica “no es necesario gritar, pero es importante señalarlo y manifestarse al respecto, porque no poner límites equivale a normalizar la violencia discursiva”.

Problema en las redes sociales

Hay redes sociales en las que la agresividad de los discursos es evidente. Llama la atención cuando un grupo de extraños discuten como si fuera una pelea “a muerte”, expresando comentarios intransigentes en su mayoría. Sin embargo, en función de la sensibilidad de cada persona, a algunas les afecta más profundamente y por más tiempo.

En casos así es fundamental tomarse un respiro y analizar el discurso, lo que se está diciendo y lo que en el fondo buscaban esos mensajes. Como ocurre con el discurso “cómico” cuando a una persona o incluso a algún influencer se le ha señalado que lo que dice es violento o discriminatorio. A pesar de la violencia discursiva contenida en su intento de comedia, su gran número de seguidores le aplaude y lo replican hasta normalizarlo.

La académica recalcó que “cuando estamos enojados contestamos desde la víscera. Simplemente no nos explicamos cómo nos va a impactar nuestra expresión a los demás usuarios de la red social”. Es importante reflexionar acerca de nuestra huella digital, la cual va más allá de solamente lo que se publica. Implica hacernos preguntas como: ¿qué impacto tendrá? ¿Eso ‘chistoso’ que digo en qué se basa? ¿Lo que respondo es doloroso u ofensivo para alguien más o para un grupo? ¿Vale la pena compartir eso?”

Hay que tener cuidado con el uso de las palabras, pues estas impactan en las personas, sea para bien o para mal. La selección de palabras que hacemos no es arbitraria, por lo que tomar conciencia de eso no solo es transcendental, sino que puede ser una gran herramienta para nuestras vidas personales y profesionales.

Un contenido viral puede ser exitoso, a la vez que algo realmente doloroso para algunas personas, algo que estigmatiza o estereotipa a un grupo. Dado que nos construimos desde el lenguaje y por medio de este nos presentamos, podemos pulir poco a poco nuestra estructura lingüística mental. Siempre estamos hablando con otros y con nosotros mismos, entonces, es necesario hacer una depuración desde el discurso.

Ariadna Razo Salinas concluyó que, “así nos damos cuenta de que hay que cuidarnos todos, cómo me hablo y como le hablo a los demás y que no es necesario insultar para ser agresivo”.

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