Entender a las pandillas, entre la ciencia y el estigma

  • Las pandillas pueden representar identidad, diversión y protección para los jóvenes que las integran
  • Es importante comprender las fronteras entre “pandillas” y crimen organizado, pues cada tipo requiere estrategias de atención particulares

Autor: Ermila Mendoza (DGDH)

Las pandillas pueden representan identidad y autoestima para los jóvenes que las integran, estos son algunos factores que Ignacio Cano considera fundamentales en el estudio de las pandillas urbanas, quien es académico del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la UNAM. El investigador compartió con la audiencia de La ciencia que somos parte de su trabajo, transmitido por Radio UNAM el pasado 13 de mayo.

Ignacio Cano destacó que, “en algunos casos [las pandillas], tienen obviamente consecuencias negativas como la violencia y la criminalidad. Lo que nosotros estamos intentando hacer es comparar la situación de las pandillas en países como Sudáfrica, México y otros países de la región latinoamericana. Para ver qué elementos tienen en común y qué elementos son diferentes”.

Como muestran los resultados preliminares en su investigación, “las pandillas tienen este fuerte componente de desarrollo de la identidad juvenil. En ámbitos donde los jóvenes se sienten bastante excluidos socialmente, en zonas periféricas y pobres. Se sienten excluidos muchas veces familiarmente también, porque tienen familias donde la inserción es complicada”. Por lo que dentro de las pandillas pueden formarse lazos incluso más fuertes que con la familia.

Además, “[los jóvenes] muchas veces también tienen problemas de inserción escolar, entonces de la pandilla encuentran, digamos, un acogimiento emocional, un apoyo mutuo. Uno de los resultados más interesantes hasta ahora es que tanto, por ejemplo, en Sudáfrica como en México, uno de los motivos para integrarse a la pandilla es la protección”.

Al sentirse desprotegidos y agredidos, los jóvenes en zonas periféricas se unen a una pandilla en espera de protección. Sin embargo, para el investigador contrasta que, “paradójicamente esta entrada a la pandilla representa un factor de riesgo también. Porque uno tiene que proteger a los colegas, tiene que entrar en luchas grupales y muchas veces son luchas de muy alto grado de violencia. Lo que se percibe para muchos de ellos como un mecanismo de protección, acaba siendo en el fondo un mecanismo de vulneración”.

Ignacio Cano considera que muchos de esos jóvenes “se sienten invisibles, se sienten olvidados socialmente, se sienten abandonados, excluidos”. Y que la entrada a la pandilla, a pesar de proporcionarles una integración grupal, también les va a proporcionar exclusión. “Porque, por ejemplo, una vez que uno tiene tatuajes o pertenece a pandillas, es más difícil conseguir trabajo, es más difícil ser aceptado por la sociedad en general. Entonces hay muchas paradojas en estos procesos, pero no hay duda de que las pandillas desempeñan muchos aspectos positivos”.

“En el caso de las pandillas mexicanas que hemos entrevistado, que son pandillas de cholos, tienen un componente cultural muy fuerte. Muchas de ellas fueron generadas en Estados Unidos, justamente como un mecanismo de resistencia cultural ante el rechazo de la cultura dominante anglosajona norteamericana. Luego vuelven a México muchos de ellos y continúan defendiendo esta esta visión cultural de orgullo de la mexicanidad contra el mundo dominante”.

Cambios estructurales, familia y sociedad

El tamaño medio de la familia se ha reducido de manera progresiva, no solo en América Latina, sino todo el mundo, “eso significa que las relaciones familiares son más restringidas de lo que eran antes”.

Sin embargo, Ignacio Cano aclara que “no sabemos hasta qué punto ese elemento demográfico puede tener un impacto en las pandillas, porque cuando las pandillas nacen hace un siglo el escenario demográfico era otro. A pesar de la caída demográfica, ha habido países, sobre todo en Centroamérica, donde las pandillas han tenido un gran desarrollo. Es verdad que el número de referentes familiares disminuye, pero no sabemos hasta qué punto eso puede tener un impacto sobre la composición de las pandillas”.

El término “pandilla” surge para dar cuenta de grupos que oscilan entre la criminalidad y el activismo juvenil. En algunos países, como en el caso de Centroamérica, también se les denomina “pandillas” a grupos del crimen organizado transnacional. Los cuales tienen sedes en muchos lugares y son intergeneracionales, “en El Salvador, por ejemplo, encontramos miembros de dos o tres generaciones que pertenecen a la misma pandilla”.

La literatura científica constantemente trata de esclarecer cómo evitar la evolución de grupos juveniles hacia grupos de crimen organizado, así como entender dónde está la frontera. Como parte de su grupo de investigación, Ignacio Cano compartió que, “acá en la Ciudad de México donde nosotros hacemos estudios de campo, nos dicen los miembros de las pandillas: a partir de este nivel o tal, la persona ya es parte de la mafia, ya no lo consideramos pandilla, sino mafia”.

Se les considera mafia cuando se tornan en estructuras criminales más profesionalizadas, sin esos elementos culturales que definen a la pandilla, como vestimenta o símbolos como los tatuajes. “Mientras que para el narcotráfico estar tatuado es un problema, porque significa que te van a identificar de manera más fácil”.

Muchos esfuerzos de investigación intentar comprender cómo detener la transformación de grupos que cometen algunos delitos o que pelean por el territorio, pero que no son grupos criminales profesionales, hacia las estructuras plenamente de crimen organizado. Pues ante estas últimas el tipo de intervenciones posibles es mucho más reducido.

El investigador remató, “una cosa es intervenir cuando tienes un grupo de jóvenes que defiende su esquina, que defiende a determinados símbolos, otra cosa es intervenir contra grupos transnacionales que tienen armamento pesado, que tienen estructuras de transferencia de información y que son mucho más sofisticados”.

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