La generación de tinta

  • El tatuaje marca un nuevo estatus social entre jóvenes populares y de buena posición económica
  • En el pasado se solía relacionar a los tatuajes con prisioneros y delincuentes
  • La incursión de las mujeres como tatuadoras es algo bastante reciente y refleja el avance en la aceptación de esta práctica

Texto y fotografía: Judith Aguilar Melgoza

“Los tatuajes no intervienen en la feminidad”.
Judith Aguilar Melgoza estudia Ciencias de la Comunicacción en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM. Entre sus intereses de estudio se encuentra el periodismo gráfico.

Por toda la Roma, Condesa y Polanco van llegando las pieles morenas, las claras y las moteadas, todos los güeritos, los influencers y los sin nombre, buscando novedad en los pretenciosos estudios, buscando a los jóvenes artistas adictos a dejar huellas de color en los cuerpos ajenos.

Todos tienen tatuajes y todos vienen por más. Todos los que pertenecen a la nueva “generación de tinta” (jóvenes que no sobrepasan los 30 años).

En el pasado se solía relacionar a los tatuajes con prisioneros y delincuentes. Si retrocedemos más en el tiempo, con marineros y piratas; más atrás, eran cosa de tribus y rituales. Aunque nadie sabe con certeza el orígen del tatuaje, esta tradición antiquísima, sigue en constante evolución y parece estar de regreso dentro de las tendencias juveniles.

Todos tienen tatuajes y todos vienen por más.

La técnica del tatuaje, víctima de prejuicios y malos usos, retomada por sectas y bandas del crimen organizado, ahora marca un nuevo estatus social entre los jóvenes de popularidad y buena posición económica.

Este crecimiento surge por la lucha de la integración de esta técnica como una libre expresión del ser, personas como Gisela Muciño (activista feminista y gestora cultural) que ha defendido estos rasgos corporales, desde finales de los noventas y principios del nuevo milenio, de la discriminación y la estigmatización que los víncula directamente con lo perverso.

Los tatauajes están dentro de las tendencias juveniles.

Gisela es la primera en hablar desde un punto de vista más personal a través de su libro Memorias corporales. Diálogos con la historia: tatuaje y tatuadores, donde plantea la iniciativa de la diferenciación social entre los que están inmersos al mundo del tatuaje y a los que no, pero sobre todo como incluso en la misma comunidad de tatuados y tatuadores existe una distinción por clase social.

El hecho de que el tatuaje de estudio (estudios posicionados en colonias nice) ahora sea un nuevo referente de popularidad, remarca la hipótesis de Gisela Muciño al decir que se señala y excluye de la moda a aquellos que hacen lo mismo pero en zonas marginales o de colonias populares (Tepito, Ecatepec, Iztapalapa, la Guerrero).

“Todos mis tatuajes son de estudio, los más caros han sido de tres mil pesos”. Miranda en un entorno urbano de fondo.

Miranda tiene veintiún años y es una ferviente admiradora de los tatuajes desde que es niña. Es estudiante de psicología y con su colorido cabello y vibrante personalidad habla de su experiencia con los tatuajes al pertenecer a esta nueva “generación de tinta” que ven a los tatuajes de estos estudios “fresones” como referente de estilo y clase.

“Tenía 18 años cuando me hice mi primer tatuaje, hoy en día tengo más de veinte en todo el cuerpo… Mis tatuajes favoritos tienen que ver con filosofías que he implementado en mi vida, uno de ellos es el que tengo arriba de la rodilla que dice ‘tiempo al tiempo’ y es que soy muy impaciente y lo hice para recordarme a mí misma que hay que darle tiempo a las cosas para que salgan bien, porque no voy a solucionar los problemas que tengo en cinco minutos por ejemplo, ni voy a encontrar el amor en tres días…”.

“Tiempo al tiempo”.

Las nuevas generaciones de la tinta, además de filosofías, ven a los tatuajes como un nuevo corte de cabello, o ir de compras, no existe un número exacto de cuántos y cuándo invertirán en uno nuevo, sin importar los costos porque para ellos el hecho de invertir en su cuerpo no tiene precio.

“Planeo seguir invirtiendo toda mi vida en tatuajes. No tengo un límite por el momento”.

Pese a que el tatuaje es una práctica milenaria, la aceptación en México es reciente y el emprendimiento en ello, mucho más. Treinta años atrás nadie hubiera pensado que ser una persona tatuadora podría ser un trabajo redituable. Por el contrario, todo eso se relacionaba con lo antihigiénico, lo clandestino y sobre todo, era un oficio discriminado.

“Planeo seguir invirtiendo toda mi vida en tatuajes, no tengo un límite por el momento”.

Muciño también ha dicho en una entrevista para Ciudad Abierta (2018) que, ser tatuador era un oficio estrictamente masculino en el pasado. La incursión de las mujeres como tatuadoras es algo bastante reciente y que es reflejo del avance que se ha hecho respecto al tema.

Tal es el caso de Gabriela Morineau (“Morineaux” como la conocen en Instagram), joven tatuadora que ofrece sus servicios a la generación de tinta de la cual también forma parte. Con tan sólo 23 años de edad ejerce de tiempo completo. Ambientó su casa como estudio y, con su novio, llevan dos años viviendo de este arte.

“Toda la vida me han gustado los tatuajes”, dice mientras organiza las tintas y se pone sus guantes. “Estudié diseño gráfico que va de la mano con los tatuajes… ha sido un viaje de altas y bajas pero muy padre todo”.

“Sigue estando el prejuicio de que con tatuajes no soy femenina, yo creo que los tatuajes no intervienen para nada en la feminidad”, asegura Miranda respecto al tema de los tabúes de las mujeres y los tatuajes.

Pese a que Morineau es egresada de una licenciatura, no tiene pensado ejercerla. Considera que gana mejor tatuando cuerpos, además de que es su pasión y es un trabajo mucho más liberal. Desde su punto de vista podría trabajar (y es su decisión) en ello toda su vida.

Pese a que afirma que le va mucho mejor de tatuadora, sus ingresos mensuales no son superiores al de un diseñador profesional. Según Data México el salario promedio es de cinco mil trecientos, que es lo más alto que “Morineaux” ha llegado a cotizar y el más alto según Misalario.org es de veinticuatro mil, novecientos veintidos pesos mensuales.

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