Nombrar sin márgenes

Frente a la voz de una artista, escritora o filósofa hay cientos de nombres masculinos que no son menos relevantes, pero sin duda, dan cuenta de la enorme deuda con todas las mujeres que encontraron en el anonimato o los pseudónimos sitio para apropiarse de ese lugar destinado por naturaleza a los hombres.

Logo del I Congreso de Mujeres en las Humanidades. Leer el mundo, deshabitar los márgenes.

Autora: Miriam Esthela Suárez de la Vega.

Hacia 1929 la escritora inglesa Virginia Woolf publicó el ensayo Una habitación propia como una afirmación al cambio de ruta que por siglos acalló la opción de aceptar la labor intelectual de las mujeres como fuente de creación, pensamiento y expresión; razón por la cual afirmó: 

“Anónimo era una mujer”. Es claro que cuando se realiza una revisión sobre aquellas quienes contribuyeron a ensanchar la vasta propuesta artística y humanística a lo largo de la historia se torna complicado enlistar sus nombres, contextos y aportaciones. Frente a la voz de una artista, escritora o filósofa hay cientos de nombres masculinos que no son menos relevantes, pero sin duda, dan cuenta de la enorme deuda con todas las mujeres que encontraron en el anonimato o los pseudónimos sitio para apropiarse de ese lugar destinado por naturaleza a los hombres.

La búsqueda de las mujeres por abrir espacios para atender la inverosimilitud sobre tal deuda histórica resulta innegable. Actualmente, los caminos para investigar y difundir con todas sus letras las voces ocultas tras la normalización de la ausencia femenina en la historia es contundente. 

A propósito de ello, del 20 al 22 de marzo del año en curso, se llevó a cabo el I Congreso de Mujeres en las Humanidades. Leer el mundo, deshabitar los márgenes, cuya sede fue la Escuela de Humanidades y Educación del Tecnológico de Monterrey, Campus Monterrey. La organización de un espacio tan necesario como propicio para congregar a académicas, artistas, escritoras, investigadoras, editoras, estudiantes y público en general, estuvo en manos de Ana Álvarez, Griselda Córdova y Adriana Velderrain, su labor fue no sólo valiosa sino más que oportuna, así que las nombro en correspondencia con el reconocimiento por abrir espacios para el encuentro. No dudo equivocarme al afirmar que quienes participamos esperamos con ansias volver año el próximo.

La experiencia del Congreso resultó completamente enriquecedora, más allá de cumplirse el objetivo de intercambio propio en este tipo de encuentros, fue notable el compromiso de cada ponente por compartir su proceso en la investigación entorno a voces femeninas que se quedaron en esa zona marginal, ya por ser omitidas o relegadas de áreas como la educación, la literatura, las artes, la crítica literaria, la música, el periodismo, el liderazgo; o porque el centro de su obra condensa temáticas asociadas con otro tipo de márgenes comúnmente relacionadas con la reducción de las mujeres a roles y estereotipos de género. 

También se presentaron trabajos sobre escritoras contemporáneas que desde el ecofeminismo, el cuestionamiento a los formatos literarios canónicos o el tratamiento emocional del duelo, la maternidad y el amor, entro otros, representan nuevas u otras maneras de mostrar la inmensa condición femenina. Asimismo, fue valioso conocer y escuchar a creadoras que desde su propuesta artística continúan por la ruta de la producción, en cuya voz resuena la necesidad de la diversificación, la transformación y la igualdad.

Así, los horizontes sobre creadoras del pasado y del presente como Carmen Naranjo, Gloria Guardia, Camila Enríquez Ureña, Emma Reyes, Armida de la Vara, Carolina Maria de Jesus, María Luisa Puga, Alejandra Pizarnik, Claudia Piñeiro, Cube Bonifant, Sandra Cisneros, Rosa Montero, Hazel Robinson, Lucía Berlín, Valeria Luiselli, Daniela Tarazona, Tania Tagle, Wendy Guerra, Lorena Sanmillán, Rocío Cerón, Miriam Méndez, Mayra Silva, Ana Elena Maldonado Arenal, Carolina Bollaín; sin omitir a aquellas cuyos nombres no se conocen, pero quienes incluso desde la infancia aportaron al arte y la cultura como las niñas cantoras de San Vicente de Paúl o quienes actualmente proponen desde el performance como el colectivo Lo que viene del Sol; además de publicaciones gracias a las cuales las prácticas discursivas femeninas vieron la luz como la revista Rueca o la prensa periódica del Norte de México. Nombrarles significa dejar huella, plantar semillas para asistir a su obra, conocer(las), leer(las), escuchar(las), habitar(las), descubri(las), desvincular(las) de una historia de ausencias, anónimos y pseudónimos.

De manera que las mesas estuvieron caracterizadas por el continuo diálogo e interés en una escucha activa, por el franco alejamiento de los vicios superlativos de la academia para orquestar un encuentro ligero, digno, libre y empático en un contexto de interés dispuesto a descubrir(nos), conocer(nos), comprender(nos), sorprender(nos), complementar(nos), reconocer(nos). Nombrar sin márgenes implica salir del contorno, abrir huecos, intersticios, respiraderos, en esa línea de la exclusión como vía para resignificar y reescribir la historia. 

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